El miedo.
Esta vez no evitaría subirse en un ascensor aunque la planta a la que debía ir fuera la 13, no es que fuera supersticioso, o eso quería creer, pero siempre pensaba que mejor no tentar a la suerte. Con aquel acto para cualquiera tan cotidiano mataría dos pájaros de un tiro, eso esperaba.
Pulsó el botón de llamada y tras unos instantes en los que casi flaqueó su determinación, las puertas se abrieron invitándole a entrar, no sabía si ser el único era mejor que estar con más personas dentro del pequeño habitáculo. Quedó allí fuera, frente al espejo que a pesar de crear la ilusión de mayor espacio seguía haciéndole dudar de atreverse a entrar, pero no podía volverse y dar una vez más la espalda a sus miedos cogiendo el camino más fácil de las escaleras.
Dos veces se cerraron las puertas antes de montarse, al fin, y pulsar el botón de la planta 13, ya estaba hecho, su corazón latía acelerado y un sudor frío humedeció su frente y sus manos. Su mirada fija en la pequeña pantalla que mostraba cómo aumentaba el número de planta le ayudaba a centrar su atención en la idea de "ya queda menos, no pasa nada" con la que intentaba calmarse y superar la situación.
10… 11… 12… las luces parpadearon, el ascensor dio una sacudida antes de pararse y en solo cuestión de segundos volvió a funcionar… al fin llegó al 13. Con la expresión de quien ve un fantasma dejó el ascensor, para él aquella aterradora experiencia le había servido para todo lo contrario de lo que en un principio se pretendía, lo reafirmó en su convicción de nunca más subir a otro ascensor, al fin y al cabo usar las escaleras es más sano, ¿no?.