Mis dedos se deslizan por el papel, inmune a mis caricias y al parecer, también a los golpes. Quién fuera papel.
Los garabatos a lápiz cuentan una historia que no puedo leer. Enmarañados, se dedican a brincar por mi mente al compás de las horas, mientras el reloj, inclemente, continúa su curso a través de las tormentosas olas del día, como un navío a cuyo capitán no le importa la...