Era uno de esos días. Eran más de las dos de la madrugada y estaba frente a la ventana, sentada en la repisa. El viento se colaba por la ventana entreabierta y mecía mi melena, con dulzura, eso me hizo recordar sin querer. Creí sentir de nuevo tus brazos a mi alrededor, abrazándome con delicadeza y las puntas de tus dedos en mi cintura dibujar nuestro propio alfabeto. Unas...